viernes, 20 de noviembre de 2015

Declaraciones de Torturados

Catala (1969) hace referencia a declaraciones de los torturados por el régimen.
Declaración Nº 5: "... Durante este tiempo fui sometido a las siguientes torturas: se me desnudó y se me esposó, luego fui llevado a una sala donde se me tuvo tres días y noches sin beber, sin comer y sin poder hacer las demás elementales necesidades fisiológicas, todo esto parado en un solo sitio con la cara hacia la pared; el último día fue cuando nos pusieron juntos a ... y a mí. La noche del lunes me llevaron a interrogar... Como consecuencia de mis negativas, agentes de la SN, especialmente Ulises Ortega, me golpearon, me dieron un sin número de bofetadas y después una planazón de cuyo número perdí la cuenta. A ello hay que agregar las frecuentes amenazas, los nuevos golpes y bofetadas cada vez que me llevaban arriba y la amenza de llevarme a El Junquito..." (p. 87)


Declaración Nº 6: "... Mi primera declaración sostenida durante cuatro noches y tres días, que me mantuvieron de pies, sin comer, sin agua y sin permitírseme defeca, y en el curso de los cuales me planearon bárbaramente, me abofetearon y me quemaron con fósforos los testículos, dije estar sin actividades en el Partido. Posteriormente me sacaron del calabozo repitiéndoseme los planazos y los golpes, ratificando mi anterior declaración. Ya para entonces empecé a padecer fiebres, pese a lo cual me volvieron a desnudar y parar con los brazos abiertos en cruz, en cuya posición me tuvieron largo tiempo. Al fin me dejaron bajar los brazos y me esposaron. De pie y con la frente apoyada en la pared, me quedé dormido, siendo despertado a golpes".  (p. 88)

Catala J. (1969).  La Denuncia, crímenes y torturas en el régimen de Marcos Pérez Jiménez. Caracas, Venezuela.

Primeros muertos por la tortura

Catala (1969) se refiere a los primeros muertos por la tortura característica de esta dictadura.
Socorro Cabrera fue víctima de la cobarde vileza de quienes el 21 de octubre lo asesinaron fríamente en Villa Zoila. Tamayo Suárez, Gámez Calcaño y otros más fueron los refinados verdugos que dirigieron la alevosa perpetración de esas torturas. Socorro Cabrera, un hombre del pueblo, recibió planazos, bayonetazos, de manos del grupo de oficiales que cumplieron la criminal venganza. De Villa Zoila, sangrando, agónico, fue llevado al Hospital Vargas, y allí entró en agonía lenta, hasta meses después cuando falleció. Su cadáver fue llevado en silencio doloroso al Cementerio de Caracas, sin la compañía de sus familiares.
Marcial Morales fue asesinado en Maracaibo. Largos días de torturas golpes, vejámenes físicos, plan y palos agotaron aquella existencia. Cuando su salud entró en crisis, fue enviado un m'edico a reconocerlo, el doctor Leonardi, quien recetó cínicamente "unas cucharadas". Murió Morales en el abandono más absoluto, sin más compañía que sus carceleros, sin otro alivio que la cerril prohibición de sus secuestradores que le pedían que muriese en silencio, sin protestar.

Otros muertos anónimos han sido sepultados por la dictadura. En Falcón pereció un compañero, obrero petrolero, en manos de los torturadores. Y en Anzoátegui y Monagas, durante la persecución posterior al 12 de octubre de 1951, fueron acribillados por la guardia nacional humildes hijos del pueblo, cuyos nombres se desconocen. (p. 80)




 Catala J. (1969).  La Denuncia, crímenes y torturas en el régimen de Marcos Pérez Jiménez. Caracas, Venezuela.

La Aplicacion de Torturas

En este sentido, se hace referencia a la aplicación de torturas durante el régimen.

Las torturas son aplicadas por un grupo de agentes de Seguridad Nacional que reciben instrucciones directas de Pedro Estrada y de Ulises Ortega, en Caracas, y de Miguel Sanz, en Maracaibo. El procedimiento es el siguiente: desnudan al detenido, le colocan esposas en las muñecas y luego lo flagelan y planean o le aplican cables eléctricos hasta arrancarles confesión; quienes se niegan a declarar son mantenidos de pie durante uno, dos o más días, desnudos, sin alimentación. Al cabo de ese suplicio muchos han sufrido desmayos y síncopes, momento en el cual intervienen nuevamente los agentes para golpear a los torturados. Cuando los presos recobran el conocimiento, son tendidos sobre bloques de hielo y así acosados por preguntas para arrancarles confesiones. Bajo este tormento, muchos ciudadanos han dado declaraciones falsas para librarse del suplicio, lo que ocasiona nuevas detenciones. De esta manera  ha habido largas cadenas de detenciones, como sucedió cuando el ciudadano Odilio Torcat fue sometido a torturas continuas durante veinte días, citándosele nombres de personas escogidas caprichosamente por los interrogadores para realizar nuevas detenciones. Todos los torturados son mantenidos después bajo rigurosa incomunicación, sin permitírseles visitas, vigilados y fiscalizados en todos sus movimientos. La mayoría son condenados a largo cautiverio e incomunicación, para cortar la divulgación de los monstruosos atentados. Cuantos reclamos y gestiones han sido hechos por ante autoridades de Seguridad Nacional para poner cese a esta bárbara práctica, han sido inútiles. Pedro Estrada responde invariablemente diciendo: Son órdenes expresas que me han dado los militares. Estos no son presos de la Seguridad Nacional sino del Ministerio de la Defensa.   (Catala, 1969, p.73 - 74)


Catala J. (1969).  La Denuncia, crímenes y torturas en el régimen de Marcos Pérez Jiménez. Caracas, Venezuela.

Allanamientos y Citaciones durante la Dictadura

Catala (1969) hace referencia a los allanamientos y citaciones que se llevaron a cabo durante esta dictadura.
En todo el territorio de la República, a partir del 24 de noviembre de 1948, la Seguridad Nacional está dedicada a la insolente tarea de allanar y violar hogares. También comparten estas funciones la Guardia Nacional y el Ejército. Pandillas de la Seguridad Nacional irrumpen en los hogares a altas horas de la noche y de la madrugada, obligando a abandonar sus lechos a ancianos y niños. Destrozan mobiliarios, rompen libros, injurian a las damas y amenazan a todos los habitantes del hogar. Si alguno de los ciudadanos protesta, es llevado a las oficinas de la Seguridad Nacional, bajo la acusación de haber sido descubierta propaganda subversiva escondida en lechos y muebles. Es difícil precisar el número de hogares allanados en Caracas y provincia, pero puede calcularse, sin exageración que hay un promedio mensual de trescientos allanamientos.
También se practica el procedimiento de citaciones. Cada vez que las autoridades quieren hostilizar y provocar a un ciudadano lo llaman a las oficinas de la Seguridad Nacional; allí le obligan a hacer largas horas de espera y  después lo someten a un curioso interrogatorio, acompañado muchas veces de insultos procaces. Si el secuestrado se violenta, lo maltratan físicamente. Casi todos los dirigentes políticos profesionales, estudiantes, intelectuales, etc., que mantienen actitud de serena dignidad frente al régimen, han sido llevados allí bajo cualquier pretexto, para interrogarlos, atemorizarlos y vejarlos. Se han dado casos como el del Dr. Rafael Irazábal, profesional de intachable conducta y ciudadano políticamente independiente, quien a pocas horas de haber regresado de Europa, fue conducido a la SN, golpeado y encalabozado impunemente.  (p.71 - 72)


Catala J. (1969).  La Denuncia, crímenes y torturas en el régimen de Marcos Pérez Jiménez. Caracas, Venezuela.

jueves, 19 de noviembre de 2015

El Campo de Concentracion, La Isla de Guasina

Catala (1969) hace referencia a las torturas y condiciones de vida en la Guasina.

Entre los diversos instrumentos de opresión empleados por la dictadura para atemorizar a la ciudadanía y sofocar el levantado espíritu de lucha del pueblo, ninguna mas bestial ni designo más dramático que el campo de concentración de Guasina, ese antro horroroso donde hoy día padecen injusta reclusión centenares de compatriotas.

Situada en pleno Delta del Orinoco, en el corazón de la selva venezolana, bañada por los caños Boca Grande al Norte y Sacupana del Remanso al Sur, la isla de Guasina es, quizá, uno de los lugares de la tierra hostiles a la vida humana. Ubicada a muy pocos metros del altura sobre el nivel normal del Orinoco, su territorio -desprovisto en absoluto de las necesarias defensas- es casi completamente inundado por las aguas desbordadas del rio cada vez que este crece, las cuales, al volver a su cauce, lo hacen dejando toda el área convertida en una gigantesca ciénaga, en un inmenso criadero de larvas. El clima es canicular, oscilando de continuo entre los 38­º y 40º C, a la sombra. Las vías de comunicación casi no existen, pues el único medio de contacto con el exterior lo constituyen las contadas barcazas que muy de vez en vez suelen recalar en sus costas. Las endemias, epidemias y enfermedades en general, son allí un azote permanentemente para el hombre.

A éste respecto es definitivo el informe que, en 1943, rindiera al Gobierno Nacional el Dr. Arnoldo Gabaldón. El eminente científico venezolano encontró en Guasina -entre otras amenazas para la vida- mosquitos transmisores del paludismo, amibas histolíticas productoras de la disentería amibiana, tifus, etc. Existe, además, una mosca denominada vulgarmente "golofa”, cuya dolorosisíma picadura ocasiona úlceras e hinchazón general del cuerpo. A esto habría que agregar la gran cantidad de animales ponzoñozos que pululan en la isla, tales como serpientes cascabel, rayas y tembladores, jejenes, pulgas e insectos de todas clases, incluido el terrible "chipo" o "chupón" (Rodnius Prolixus) agente transmisor de la tripanomiasis, el hasta ahora incurable mal de Chagas. (Catala, 1969, p. 113 - 114)



 Catala J. (1969).  La Denuncia, crímenes y torturas en el régimen de Marcos Pérez Jiménez. Caracas, Venezuela.

Regimen carcelario de La Guasina

Catala (1969) hace referencia al régimen carcelario durante el gobierno de Marcos Pérez Jiménez.

Las autoridades del Penal están integradas por el teniente Pedro Ramírez Celis, Jefe de la Guardia Nacional; Juan Manuel Payares, Director y Alfredo Martínez, Administrador. El trato dado por estas autoridades a los secuestrados ha estado en todo momento ajustado a las características del régimen perezjimenista, basado en el despotismo que inspira y regimenta el teniente Ramírez Celis, un hombre ancestral cortado según el tipo primitivo de nuestra fauna social. Este teniente fue un hombre que durante los primeros meses de estada en Guasina, obligó a los presos a trabajar horario corrido hasta los domingos, pues que "en la ociosidad no podían sino maquinar malos pensamientos conspirativos”. Fue este mismo teniente quien dio orden a la Guardia Nacional de disparar a matar, y sin previo aviso, al notar el menor movimiento que pudiera ser sospechoso de subversión; lo cual indica que no existe garantía alguna para la vida de los secuestrados. Por otra parte, y no obstante la digna disciplina observada por los cautivos, allí se planea todos los días a enfermos y ancianos sin consideración ni discriminación alguna. Uno de los casos más conmovedores fue el del joven Luis Aguirre, quien luego de haber sido obligado a desnudarse en presencia de presos y carceleros, fue tan bestialmente planeado, que muchos de sus compañeros -imposibilitados como estaban de acudir en su auxilio- lloraron de dolor y de ira, hondamente conmovidos por la desgarradora escena que se les había obligado a presenciar. (p. 117 - 118)




Catala J. (1969).  La Denuncia, crímenes y torturas en el régimen de Marcos Pérez Jiménez. Caracas, Venezuela.